martes, 24 de junio de 2014

CAPERUCITA ROJA Y LOS BUITRES FEROCES

Por: Máximo Luppino
No nos preocupa la avaricia desmedida de un capitalismo desalmado y atroz, sí nos asusta y mucho cuando cierta "justicia" le da la razón a la mezquindad. Para algunos, el juez Griesa parece ser un buitre encubierto.
Desde siempre existieron leyes de oro no escritas que han regido la conciencia de la humanidad, que nos orientan a saber qué es correcto y qué no. En este contexto, el poder judicial estadounidense que jamás cuestionó que pueblos desarmados enteros sean bombardeados y extinguidos, se muestra escandalizados ante la posibilidad de no efectivizar el pago de los bonos. Sin duda, uno de los ídolos profanos más fuertes es el dinero; ante su imagen se postran legiones enteras de hombres sin corazón.
Pero creemos que los compromisos deben honrarse, y que lo que se debe hay que pagarlo; dentro del marco de la buena voluntad que posee Argentina de hacer frente a sus compromisos. También decimos que mucho no falta para que organismos internacionales dicten sentencia contra los atropellos humanos, y sus consecuencias materiales, que los imperios reinantes infringieron a decenas de países hundiéndolos en la más extrema pobreza.
La salida siempre está en la conciencia. Los cambios políticos se avecinan a pasos agigantados. Miremos al Santo Padre argentino que dispara sus misiles de pura espiritualidad: "El capitalismo es una tiranía invisible, no compartir es casi una forma de robar"...
Pero si esta frase de nuestro papa Francisco les parece muy estricta recordemos a la Santa Madre Teresa de Calcuta que nos decía: "Dar, siempre dar hasta que duela".
Las leyes de interrelación e interdependencia están vigentes, el trigo de nuestras pampas puede llegar a alimentar a miles de familia en Nueva Delhi y mil ejemplos más. Todo lo que nos rodea posee límites y ostenta una sensata mesura, esto alcanza también a la oferta y demanda que parece ser la biblia de los capitalistas.
Mientras Caperucita Roja negocia con los impiadosos buitres, que nadie se olvide de la necesitada abuelita, que parece ser lo más parecido a nuestra indefensa sociedad.

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