Pulgarcito es un cuento de hadas alemán, que ha sabido traspasar las fronteras de su país para convertirse en un clásico de la literatura infantil universal.
Este simpático y diminuto personaje nació para llenar de felicidad a una pareja de campesinos sin hijos.
Si bien su tamaño no es más grande que un dedo pulgar, su nobleza y su amor al prójimo lo hacen ver como un verdadero gigante en cada una de las aventuras que protagoniza, donde habitualmente engaña a los malos para defender a los buenos.
Vulgarcito -a diferencia de Pulgarcito- vive en San Miguel y también es un diminuto personaje que dice hacer política para ayudar a los más desposeídos; pero sin ninguna nobleza engaña a los buenudos para hacer alianza con cualquier banda que se cruce por su aventurero camino.
Sus objetivos son tan mínimos como su altura política, absolutamente personales y cortoplacistas.
Posiblemente en el interior de cada uno de nosotros convivan un Pulgarcito y un Vulgarcito; el tema es empezar a darnos cuenta cual de los dos se exterioriza mas y si la ambición individual se antepone a los intereses grupales, habría que corregir esos desvíos trazando un verdadero espacio de inclusión, donde cada uno pueda despojarse de sus ambiciones mezquinas y expresar sus legitimas aspiraciones.
De lo contrario la historia volverá a repetirse y los representantes estarán cada vez más lejos de sus representados, haciendo irrefutable los enunciados de la Ley de Hierro de las Oligarquías.
Y colorín colorado... seguramente este cuento no habrá terminado, ya que muchos buenudos se despojaran -solo a medias- de su Vulgarcito y apoyaran a algún otro Vulgarcito con la esperanza que este los saque de pobres, para lo cual se hará valer una máxima pedorra: Total sino afano yo, alguien lo va a hacer y si es conocido mejor…
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