Generalmente escribo en primera persona del plural, el tema de hoy me obliga a expresarme en singular.
Las elecciones generales del 27 de Octubre parecen haber pasado a la historia y todos los sectores políticos piensan en el 2015.
En San Miguel no son pocos los que han lanzado su carrera para ocupar el máximo sillón de mando del palacio municipal.
Los autoproclamados aspirantes tienen dos ingredientes comunes: 1) Sus nombres son harto repetidos y 2) Todos ellos pretenden llegar sin diseñar un proyecto, dado que están convencidos que son más importantes que cualquier propuesta.
Muchos reniegan de esta realidad y buscan quien encabece una opción distinta, pero estos también cometen el error de anteponer personas al diseño de políticas alternativas.
Casi a diario alguien me pide que me ponga al frente de un espacio con miras a 2015 y siempre respondo lo mismo “Primero debería haber un proyecto integrador, después tendría que encabezarlo quien mejor interprete esa propuesta”.
La verdad peronista marca un orden de importancia indiscutible: Patria, Movimiento y Hombres ¿Entonces porque alterarlo proponiendo candidatos antes que proyectos?
La desvirtuación de esa cadena de prioridades fortalece mezquindades, ya que ese furor de personalismo instalará ambiciones donde debe haber aspiraciones y sorderas en lugar de diálogos; formándose así un espejo deformante en el cual los manipuladores se ven como conductores: Dirigencia gorda y pueblo flaco será -indefectiblemente- el resultado logrado por cambiar la prelación peronista.
Si algunos piensan que yo puedo encabezar una propuesta para San Miguel, sepan primero que habrá que elaborar esa propuesta -que no debe ser “mía”, sino de “todos” los que integren esa opción- y cuando ese proyecto vaya tomando forma, debería conducirlo quien mejor lo pueda llevar adelante.
Como todo peronista llevo en mi mochila el bastón de mariscal y estoy dispuesto a empuñarlo en favor de un San Miguel verdaderamente mejor, de lo contrario seguiré con mi predica en el desierto, ya que no es mi intención parecerme a quienes critico.
Ningún hombre puede ser más importante que un proyecto, ni siquiera aquel que se llame Rubén Castejón…
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