sábado, 9 de agosto de 2014

DE BANDIDO A GASTRONOMICO

En una edición anterior detallábamos un hecho ocurrido recientemente en un comercio gastronómico de José C. Paz, donde un periodista local había sido “invitado” -por el dueño del local- a retirarse del lugar, ello por expreso pedido de “otros clientes” del comercio molestos con la presencia del reportero, eso cuando -llamativamente- estos “otros clientes” siempre habían sido sindicados, por ese comerciante, como “delincuentones del poder”.
Por lo tanto, a la hora de la acción y contrariando a su propia palabra, el propietario de ese bar había elegido acceder al pedido de aquellos “otros” que él a diario señalaba como el mal de todos los males de la sociedad paceña.
Así -confundido y sin aliados- el periodista tuvo que alejarse del lugar…
Mil preguntas se hacia el expulsado, pero ninguna respuesta lo dejaba satisfecho ¿Cómo explicar el divorcio entre el decir y el hacer de ese comerciante?
El paso del tiempo lo ayudo a encontrar un principio de solución a su inquietud: Si el hombre actuaba en contrario a sus dichos era porque este comerciante era en esencia un lobo disfrazado de oveja, un corrupto travestido de honesto, o mejor dicho un chanta disimulado detrás de un traje de gastronómico.
Este sujeto parecía estar empachado de una doble moralina que lo hacía violar el principio conocido como de imparcialidad, de ahí el trato diferente según lo exprese su acción o su palabra.
El periodista aun no se convencía con su respuesta, debía darle alguna vuelta de tuerca a su definición, algo no lo conformaba y lo confundía porque quizá la conducta del hombre no encuadraba perfectamente en la doble moral.
Posiblemente revisar la historia de vida del comerciante podría ayudar a esclarecer el perfil de este individuo de aparente doble moral.
No le fue difícil al periodista averiguar que el ahora gastronómico, antiguamente se dedicaba a “ponchar” automóviles, al punto tal de armar una “rent a car” de autos truchos, tampoco le fue muy complicado saber de algún “ajuste de cuentas” padecido por el moralino.
La historia le había dado la respuesta correcta: El hombre solo se disfrazaba de oveja, se travestía de honesto, y simulaba con su ropaje de gastronómico; pero ninguno de esos atuendos hacían a su condición esencial; “el habito no hace al monje” dice el refrán, por lo tanto ningún disfraz utilizado le serbia al discriminador de tapujo para ocultar su personalidad delictiva.
Existe una distinción sutil entre la doble moral y la hipocresía. Esta última implica la aceptación de un solo criterio moral, pero su incumplimiento sistemático en la práctica.
De esta forma el periodista había dilucidado el tema: Sin dudas el vestido de gastronómico tenía una sola moral: la de un delincuente, que utilizaba la hipocresía para esconder su historia. 
Ahora era muy sencillo -para el reportero- entender el apoyo al pedido de los “otros clientes”, “Entre bueyes, no hay cornadas”…

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