sábado, 26 de enero de 2013

¿LANATA APORTA ALGO PARA EL FORTALECIMIENTO DE LAS INSTITUCIONES?

En un respetuoso debate que vengo manteniendo, en facebook, con  JUAN CARLOS MEGA, a raíz de la importancia de las denuncias de corrupción del -para mi- impresentable Jorge Lanata  el compañero cita un escrito de este blog. 
Agradezco a Juan Carlos traer a mi memoria este escrito que hoy reedito para ustedes.
Rubén Luis Castejón.
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CORRUPCIÓN Y DEBILIDAD INSTITUCIONAL

Existe una relación directa entre corrupción y el debilitamiento de las instituciones democráticas, ya que la primera contribuye a erosionar la estructura estatal y genera un fuerte sentimiento de apatía en la sociedad civil frente a la clase política. Es por eso que la brecha entre las elites políticas y la sociedad civil, se ensancha y se hace cada vez más difícil de corregir. 
El desvió de recursos estatales, que deberían ser utilizados para alcanzar los intereses comunes de la sociedad, no solo deslegitima a los funcionarios públicos, sino que desprestigia a la función pública misma y por consiguiente a las instituciones de gobierno. 

Una característica fundamental de la corrupción es que, en la conducta de los actores estatales, se desvanecen los límites entre los intereses públicos y los intereses privados. 
Frente a esto la estructura social se torna individualista al punto de legitimar éstas prácticas a partir de su utilización o de mantener silencio que en definitiva las protege, así se generan los incentivos necesarios para que las mismas sigan reproduciéndose a sabiendas que difícilmente sean denunciadas o penalizadas; todo esto lleva a institucionalizar la corrupción, al ser considerada como parte del engranaje que hace efectivo el funcionamiento de la administración de la cosa pública. 
En síntesis la Corrupción se hace posible allí donde las instituciones son débiles o están deslegitimadas, al fomentar intereses mezquinos y particulares; por el otro lado, la debilidad institucional genera los incentivos necesarios para que este flagelo se reproduzca. 
Todo esto trae -en el corto plazo- inestabilidad política e impacta sobre la seguridad ciudadana, ya que de manera paralela a las organizaciones gubernamentales se desarrollan estructuras con prácticas delictivas que repercuten directamente sobre la sociedad. 
A largo plazo, en cambio, las consecuencias de la corrupción son mucho más graves y profundas, ya que genera una cadena de descréditos: Al desprestigio de la elite política, le sigue el de las instituciones y el de la política en sí misma, hasta llegar -por suma de debilitamientos- a las fundaciones del Estado de Derecho. Por lo tanto el Estado es indefectiblemente cuestionado y sufre la perdida de colaboración por parte de la ciudadanía que se muestra absolutamente desmovilizada. 
Es importante entender que el silencio implícito como regla dentro del ámbito político. La falta de opinión -de la dirigencia en general y la opositora en particular- juega un rol fundamental en la reproducción de este flagelo; debido a que fortalece la idea de complicidades en el manejo clandestino de los fondos públicos. 
Paralelamente -y como dijimos líneas arriba-, la ciudadanía se desmoviliza por perdida del interés de participación directa como resultado del desprecio a la clase política. Este desinterés en definitiva debilita los lazos de solidaridad que unen a la sociedad en su conjunto y abren paso a la profundización de conductas individuales que buscan maximizar beneficios particulares sin importar los medios para conseguirlos. 
Lamentablemente -en este contexto de descredito- la democracia misma pasa a ocupar un lugar secundario para los miembros de la sociedad civil, quienes no ven garantizados los bienes básicos que debería proveerle el Estado. De esta manera y frente a la corrupción, que tiene lugar entre el poder político y las organizaciones paralelas que a tal fin se estructuran, la ciudadanía termina por deslegitimar el Estado de Derecho vigente, 
En este escenario la inseguridad crece a pasos agigantados y pone en jaque -desde el interior mismo del Estado- la tranquilidad social. 
La debilidad de la estructura estatal es terreno fértil para que la corrupción se desarrolle e incluso se convierta en la forma cotidiana de proceder, esta práctica nociva al estar institucionalizada se derrama desde la esfera pública hacia la actividad privada. 
Inexorablemente: cuanto más débil sea el Estado y más erosionadas y deslegitimadas se encuentren sus instituciones, más incentivos se generarán para la aparición de actos de corrupción. 
Este fenómeno creciente desvirtúa al Estado que es colonizado por una elite de poder que lo transforma en una serie de agencias desarticuladas ocupadas en la búsqueda de rentabilidades personales. 
La corrupción amenaza la democracia y la gobernabilidad, debilita las instituciones, socava el desarrollo económico y social y la lucha contra la pobreza, erosiona la confianza pública y perjudica la estabilidad política. 
Por último y conforme a todo lo dicho, se debería trabajar para fortalecer las instituciones democráticas, para lo cual es necesario activar herramientas de control y de trasparencia gubernamental, asimismo desde los sectores políticos partidarios es obligación formar cuadros dirigenciales, para que en el momento de asumir funciones públicas estén a la altura de las circunstancias y que sus gestiones sean generadoras de crédito social y movilicen a la ciudadanía a participar activamente en el diseño de estructuras fortificadas que permitan pensar en una DEMOCRACIA escrita con letras mayúsculas.

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